La historia del Señor del veneno, ubicado en la Catedral de la Cuidad de México, dice así:
En el siglo 18, un sacerdote agustino tenia la costumbre de siempre besar los pies de Cristo en las mañanas. Un día un delincuente se fue a confesar con este padre, el delincuente con miedo a que lo delatara, puso veneno en los pies del Cristo para que el sacerdote muriera. A la mañana siguiente el sacerdote como siempre, fue a besar los pies del cristo, pero se llevo la sorpresa de que el Cristo estaba negro y con los pies recogidos para que el sacerdote no muriera.
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